El sonido de las letras

5.11.13

Pan de muerto

Camilo remojó una canilla en el café de olla que le había servido su mamá.
-No me gusta el pan de muerto porque es muy seco.
-Está sabroso. Además ésta sí es la receta original pa' que veas- dijo Doña Lola.
-¡Ay! ¿Y cómo sabes si todos saben igual?
-No, por eso fui hasta allá, hasta atrás de la vidriería para traer éste. Ahora lo anda haciendo el hijo de Don Chemita, porque él anda malo de la artritis. Lo vi hace rato que fui y ahí le andaba diciendo a su hijo que le echara más manteca, que se aprendiera bien las cantidades de todo porque la receta del pan de muerto era la única herencia que le iba a poder dejar. Dice que anda muy mal el negocio.
-Oye, ¿Pero por qué dices que es la receta original? ¿Él lo inventó?
-Su abuelo. Sí, si no creas que esto del día de muertos tiene mucho. Decía mi abuelita que a ella todavía le tocó ver que los ángeles se llevaban a la gente. Pus', de hecho, ella alcanzó a conocer a Doña Angélica cuando era niña.- Doña Lola hizo una pausa para darle el último sorbo al café y miró a Camilo fijamente, primero viéndolo al ojo izquierdo y luego concentrando toda la vista en su ojo derecho. Continuó. -Es que antes, cuando ya te ibas a morir, mandaban a tu ángel de la guarda para que viniera a recogerte y él mismo te encaminara al cielo. Pero hace tiempo, hubo una señora en el pueblo que se llamaba Angélica. Se había quedado viuda muy joven porque su esposo se murió en la Revolución. Le duró varios años el luto pero con el paso del tiempo, un compadre que tenía le empezó a echar el ojo. El señor era casado pero le dijo a Angélica que si se animaba, dejaba a su mujer y se escapaba con ella a Querétaro porque allá tenía conocidos. Total que como ella se sentía sola, le dijo que sí se iba con él y quedaron de irse a principios de diciembre para pasar la navidad allá y así le daría tiempo a él para juntar dinero y tener algo de reserva por si se tardaba en encontrar trabajo.
Pero la cosa fue, que en una de la visitas que le hacía el señor a Angélica, los cachó una prima de la esposa. Entonces fue con el chisme para advertirle a su prima que el marido le andaba poniendo los cuernos. La señora se requetencanijó y le reclamó al esposo pero él lo negó todo. Tons' pasaron unos días, y la esposa que traía la espinita clavada le empezó a esculcar sus cosas al marido y le encontró una carta de Angélica. Ahí le decía que aceptaba irse con él pero que tenía que ser antes porque ya se había corrido el chisme y que todos en el pueblo la miraban feo y le gritaban cosas porque le había bajado el hombre a la comadre. Que tenía hasta que empezara noviembre y que si no, se olvidara de ella.
Total que el señor aceptó la condición y quedaron de verse en la afueras el primero de noviembre. Quedaron en cierta hora, ya noche. Le dijo a Angélica que lo esperara si veía que no llegaba, porque se iba a salir a escondidas pero que su mujer lo había estado presionando mucho y que no sabía cómo se iban a poner las cosas.
Esa noche, cuando él abrió la puerta de su casa lo recibió su esposa con un balazo en la cara. Amarró el cuerpo a la carreta y fue a casa de Angélica para saldar cuentas con ella. Le gritó con toda su rabia que saliera. Angélica ya estaba en la orilla del pueblo esperando al compadre, con un jorongo y un cuadrito de la virgen. Nada más.
La comadre al ver que Angélica no salía, rompió una ventana y se metió a su casa. Se imaginó que ya había huído pero en la carta que le encontró a su esposo no decía el punto de encuentro. Así que metió al compadre arrastrando y le prendió fuego a la casa.
Angélica esperó muchas horas a un lado del camino a su amante, pero nada. Cuando volteó hacia el pueblo y vio a lo lejos su casa hecha un fogón, supo que no podía volver.
Totalmente desamparada, comenzó a llorar. Sintió tanta pena que pidió al cielo morirse.
No se imaginó que el ángel de la guarda que asignaron para encaminarla era su difunto esposo.
-Vente vieja. Acá ya estarás tranquila y podemos estar juntos otra vez. No creas que me enojé por lo de mi compadre. Siempre te estuve cuidando y vi que me guardaste luto. Pero cuando pasó más tiempo te sentiste muy solita y por eso pasó lo que pasó. No te aflijas, yo te entiendo. Vente vieja.- Repitió su viejo arrugando la barbilla y empezó a quitarle el cabello que le tapaba las narices.
Ella se sintió la peor de las mujeres. Su pobre marido cuidándola desde el cielo y ella haciendo sus tarugadas.
-No, gracias.- dijo Angélica muy seca. -Ya no tarda mi compadre, aquí lo espero. Yo ya ni te quiero. Si te hubiera querido no hubiera hecho esta tontería. Además tú me dijiste que ibas a regresar cuando tu General Villa tomara Celaya y nunca te volví a ver. ¡No sabes lo que se siente haberte llorado tanto tiempo, malcomiendo y maldurmiendo por la pena y por la falta de dinero! ¡Vete, déjame aquí, que ya no tarda mi compadre!.-
-Y así se quedó llorando, sentada en la tierra a la orilla del camino. Amaneció y aunque la sed y el hambre la castigaron, no se movió de ahí. No tenía fuerzas en el alma ni en las piernas para irse. Empezó a comerse pedacitos de sí misma. Y poquito a poco, pedacito a pedacito, se consumió por completo. Cuando se quedo en los puros huesos, se paró y empezó a caminar los días y la noches enteras. Recorrió toda la tierra, todo el mar y después todo el cielo. Así que ahora "La muerte", como le dicen muchos a Doña Angélica, es la que ayuda a las personas a encontrar su sendero cuando quieren llegar a un lugar muy lejano. Porque a ella le gusta ayudar y se conoce todo el camino. Por eso hacemos el pan de muerto, pa' comernos un pedacito de Doña Angélica y que nos de fuerza para continuar caminando sin los seres que ya no están aquí con nosotros.-
Los dos se quedaron en silencio. Camilo se quedó pensando un largo rato y luego se paró de la mesa para encender las veladoras de la ofrenda.