El sonido de las letras

2.11.09

Cretino...

Recuerdo las tardes que pasaba en el apartamento de mi abuela. El tío Bobby pasaba por mí después del colegio y me llevaba en su lujoso auto deportivo. Recién llegábamos a la casa, me envíaban a mi alcoba a hacer mis deberes y después nos sentábamos a la mesa a tomar estofado de batata y filete con vegetales. La comida no sabía tan mal a excepción de los guisantes, pero obviamente hubiera preferido un emparedado con patatas fritas, un perro caliente, un vaso de soda y un poco de mantecado con crema de maní para el postre.


Sin embargo, también había cosas geniales como el columpio del patio trasero hecho con un neumático, los juegos en la piscina o las tardes cuando nos disfrazábamos con atuendos graciosos en el ático.


Años más tarde mamá y papá me dijeron que tenía que ser un chico independiente y conseguí un empleo durante el verano sirviendo de camarero en el merendero del vecindario. La especialidad era el pudín de arándanos y los panqueques con bayas. Era un sitio al que solían asistír los muchachos del equipo de baloncesto y algunos chicos rudos del equipo de Football.


Las cosas marchaban fabulosamente: Tenía buenas notas, con el dinero que ganaba en el merendero podía costearme ciertos lujos como ir al autocinema o ir a jugar bolos y gracias a la efectividad de mis flirteos con las clientas conseguí salir con la jefa de porristas. De hecho, gracias a ella conocí al señor Wallace, el entrenador en jefe del equipo de Football. Un sujeto duro con anteojos para sol, salido de la costa Oeste y condecorado por su valor en la guerra de Vietnam.


Nunca entendí que fue lo que vio en mí el señor Wallace pero me invitó a jugar en su equipo y dos meses después me promovió como mariscal de campo, lo cual fue estupendo porque las chicas dejaban notas en mi casillero pidiéndome ser mis compañeras de equipo en los proyectos de Ciencias.


Un día de acción de gracias, estaba toda mi familia sentada a la mesa en la vieja cabaña del tío Phil cuando alguien tocó la puerta. Era el tío Bobby con su flamante y hasta entonces desconocida pareja: El señor Wallace. Me incorporé deprisa y traté de recuperar el aliento para saludar a los recién llegados pero lo cierto es que no pude verlos a los ojos. Voltee hacia el televisor, hacia el perchero y hacia el pórtico pero mi mirada se negaba a ver que mi tío Bobby... ...estuviera con mi ex.


Mi rostro palideció y tuve que recostarme en el sofá por unos instantes. Mis padres preguntaron qué me pasaba y les dije que tanto ponche me había venido mal. Pero el tío Bobby supo de inmediato lo que sucedía.
Minutos después regresé a la mesa, tomé el cuchillo afilado y le corté la garganta. El cretino se retorcía repulsivamente mientras mi madre lanzaba un alarido tan fuerte que facilmente escuchó la mitad del condado.


Lo demás fue llegando tan rápido que lo veo sólo como imágenes de estampilla pegadas en un álbum: Llamada al 911; Paramédicos; El alguacil; el departamento de policia; la cárcel estatal y por último, hace unos instantes, el reverendo dándome la bendición antes de la inyección letal...